El Estado fallido o vivir en un país miserable

Por Zarko Pinkas

Te bajas de una unidad del transporte público saturado y debes tocarte los bolsillos para comprobar que tienes la billetera. Caminas a tu casa mirando para atrás esperando que un delincuente no te ponga una cuchilla, una pistola o un fusil en la cabeza (depende del país de Latinoamérica en que busques sobrevivir). Tu cama podría ser o es la calle, ya que quedaste sin trabajo y el Estado no tiene ninguna forma de volverte a integrar a la sociedad laboral. Te toca buscar la cena para Navidad en el basurero municipal. Llegaste a los 40-50 años y los discriminadores de las empresas solo te ven como un viejo que ya se va a jubilar o enfermar creando gastos para la empresa.  Al exigir tus derechos al Estado, te reciben con un guardia armado psicótico con más poder que un funcionario corrupto y si te vas a una protesta en la calle, lo cual tienes todo el derecho de hacer, te reciben a palos, te sacan un ojo o te desaparecen en una cloaca o río.  En cierta forma, estás en un Estado fallido de unas las peores zonas del mundo: Latinoamérica.  Y tú sabes que la mejor forma de describirlo es como: “une merde de pays”.


Un Estado fallido se define por un fracaso económico, social y político, caracterizándose por gozar de un gobierno tan ineficaz y débil, el cual tiene escaso control sobre extensas zonas de su espacio nacional.Obviamente tienes la posibilidad de buscar la iluminación al leer a Samuel Huntington, Robert Dahl, Giovanni Sartori y Hannah Arendt , para tratar de entender la razón de estar cohabitando en una sociedad donde no existe un control efectivo del territorio, una nula capacidad para tomar decisiones por parte del Estado, sumado a la incapacidad para suministrar servicios básicos, respeto a tu dignidad humana, inseguridad, impunidad, corrupción y argollas corruptas empresariales-políticas.

Los autores Gerald Herman y Steven Ratnet mostraron preocupación por un nuevo fenómeno de un Estado el cual se va volviendo incapaz de sostenerse a sí mismo como un miembro de la comunidad internacional. Estas polis moribundas podrían poner en peligro a sus propios ciudadanos y provocar fuertes oleadas de refugiados e inestabilidad política. Esto podría comprometer a los vecinos de una región expandiendo la inestabilidad social, política y económica.

William Olson aumentó la definición a los Estados que enfrentan complejos problemas internos que terminan amenazando su continuidad como tal, presentando serios desafíos internos para el orden político.

Robert H. Jackson habló sobre “failed states” remarcando la parte social al no poder garantizar el mínimo de condiciones civiles a sus ciudadanos. Se refería a los recursos básicos para que un sujeto pueda desarrollarse en un entorno con orden, paz y seguridad doméstica. Un Estado fallido no necesariamente es económicamente subdesarrollado, pero sufre una compleja deficiencia en el aspecto político.

El centro de estudios “Fund for Peace” propone parámetros para identificar un Estado fallido:

1-Pérdida de control físico del territorio o del monopolio en el uso legítimo de la fuerza.
2-Erosión de la autoridad legítima en la toma de decisiones.
3-Incapacidad para suministrar servicios básicos.
4-Incapacidad para interactuar con otros Estados, como miembro pleno de la comunidad internacional.

Por lo general, un Estado fallido se define por un fracaso económico, social y político, caracterizándose por gozar de un gobierno tan ineficaz y débil, el cual tiene escaso control sobre extensas zonas de su espacio nacional. No suministra ni puede proveer servicios básicos a sus ciudadanos, presenta profundos niveles de corrupción y de criminalidad, refugiados y desplazados hacia otros territorios y una marcada crisis económica.

“Une merde de pays”

De esa forma, podemos tener un acercamiento a los conceptos de un Estado fallido, aunque la teoría logra ser más vomitiva al vivirla a diario. La expresión de un gran porcentaje de ciudadanos, herederos fallidos de estos Estados, se define en la palabra con que cierra su obra García Márquez, “El coronel no tiene quien le escriba”:

—Dime, ¿qué comemos?

—El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: Mierda.

Los autores de estos marcos teóricos solo visitan estos países para comprobar que parte de sus definiciones y parámetros son reales. Viajan a Ruanda, Somalia, Haití, Sudán, Afganistán, para analizar los niveles que van desde “peligroso” a “alerta” para después salir de estas naciones donde, obviamente, la única solución es convertirse en protectorados de la ONU, terminar intervenidos por potencias  (Rusia, EEUU, Francia, Gran Bretaña, China) o llegar un punto de total descomposición que llevará a la muerte de una nación, el total desmembramiento de su identidad nacional, desintegración como país y separatismo como el caso de la ex-Yugoslavia.

En esa situación , estamos los ciudadanos comunes. Recibiendo los efectos de vivir en un sistema político y económico disfuncional. Con actores con poder que solo quieren favorecer a grupos fácticos, conformados por clases políticas ansiosas por hundir el diente en los despojos; y sectores de poder económico cuyo único fin es sacar los últimos recursos antes del colapso de estas naciones.

La peor actitud del ciudadano racional y crítico es creer las falsas soluciones a problemas que nunca se van a poder resolver, pues el objetivo del parasitismo de las élites fallidas en la región será provocar la inmigración para mantener una economía con crecimientos ilusorios y estabilidad política inexistente. Por eso, la responsabilidad de buscar soluciones está en las manos de los grupos de activismo social de visión humanista, ya que no se puede seguir creyendo en promesas del populismo y la demagogia a la hora de formular soluciones a corto plazo.

Un país que está en proceso de ser un Estado fallido terminará en guerra civil tarde o temprano como el caso de Irak y Somalia y eso es lo que se debe buscar evitar o capaz no, pues desde las cenizas del caos puede nacer una mejor sociedad. Ahí estaría la reflexión crítica ¿Se deben tratar de salvar los Estados fallidos?  La solución real podría ser emigrar fuera de la esfera del subdesarrollo crónico pues la reencarnación no es pasaje seguro a una nueva realidad ni esperar la otra vida si se creen en esas patrañas.

Ver video del informe 2020 de  “Fund for Peace” sobre Estados fallidos,

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